Hay dos aproximaciones para poder aprender sobre casi cualquier tema. La primera es leer a expertos teóricos sobre la materia en cuestión, y la segunda intentar uno mismo modelar el comportamiento o las creencias de la gente que realmente ha ejercido sobre el tema.
Hoy tengo pensado escribir cuatro líneas sobre creatividad , por lo que para el reto que nos ocupa, tendríamos dos aproximaciones posibles. La primera sería leer a expertos en creatividad, y la segunda, tratar de acercarnos dentro de las lógicas limitaciones que impone ver a través de los ojos de otra persona, cómo piensa gente que realmente ha hecho de la creatividad una forma de vida. Mi polémica y paradójica aproximación viene por aquello de Lao Tse, de “quien habla no sabe, quien sabe no habla”, que pueden ustedes aplicar perfectamente a este artículo, pero que si les sirve de algo mi vivencia personal tras leer a unas cuantas decenas de expertos en creatividad, la creatividad jamás es bella ex – ante , y por tanto los enfoques de De Bono etc… me parecen tan estéticamente atractivos, como prácticamente inservibles.
Como casi todo en la vida que tiene algo de verdad, la escala de grises a la que uno se enfrenta cuando se quiere conocer un tema en profundidad, objetivizando y tratando de huir de clichés y frases hechas, es realmente abrumadora, siendo una labor compleja, destilar el conocimiento que uno piensa que es útil además de relativamente veraz.
Sin más dilación, abordemos el asunto…
El primer escollo al que uno se enfrenta al intentar explorar las mentes creativas, es lo que se conoce como el sesgo de supervivencia. En castellano antiguo, a esto se le conoce como “la historia la escriben los vencedores”, quedándose por el camino una gran cantidad de genios probablemente más brillantes, que por las cuestiones que iremos desbrozando a continuación se quedaron en la cuneta, siendo completamente olvidados por la historia. Hasta aquí nihil novum sub sole.
Vivimos rodeados de grandes historias de éxito, que están tan estéticamente bien construidas, que nos hacen pensar que el éxito de la persona, el producto o el servicio, fue algo lineal, en lugar de reproducir múltiples dientes de sierra. La realidad, tan tozuda ella, nos demuestra que lejos de estas historias azucaradas, y convenientemente empaquetadas para que resulten adictivas y fáciles de consumir, se esconde detrás un cúmulo de vivencias, que reproducen un Pareto interminable, donde para un 20% de vivencias positivas, se ha transitado por un 80% de vivencias negativas…y quizá me quede corto.
La creatividad tiene por tanto escalas y precios que se pagan por ser creativo. En este post nos centraremos más en la creatividad de inventores e ingenieros, y dejaremos fuera a grandes genios excéntricos. En esta ocasión, no pasearemos con osos hormigueros.
Permítanme introducirles a Jacob Rabinow, ingeniero e inventor, de origen ruso, que emigró a los once años a EEUU, con la friolera de 229 patentes americanas a sus espaldas.
La historia de Rabinow, me fue ajena hasta que por pura casualidad, me encontré con la siguiente perla…
“No puedes pensar sólo buenas ideas ni escribir sólo música bella. Debes pensar mucha música, muchas ideas, mucha poesía, mucho lo que sea. Y si eres bueno, debes ser capaz de tirar lo inservible inmediatamente sin ni siquiera expresarlo”.
Bajo mi punto de vista, esta es la definición no convencional , más acertada sobre lo que supone el proceso de creación . Hay que estar continuamente generando y testeando ideas, para que aunque sólo sea por la ley de los grandes números, alguna de las mismas sea buena. Y claro, a la mayoría de nosotros nos da miedo que nos vean como ridículos a ojos de los demás, y al generar muchas ideas, tendremos unas pocas excelentes, algunas buenas, y una gran cantidad de ideas ridículas. Y el problema empieza aquí, pues el miedo al ridículo (casi siempre a ojos de los demás), es mayor inclusive al miedo al fracaso, por lo que cercenamos de raíz el flujo de creación de ideas nuevas, y lenta e inexorablemente nos vamos estancando, como profesionales, o empresas.
Preferimos movernos en nuestras zonas confortables, evitando tomar más riesgos de los absolutamente necesarios. Esto es completamente normal, pues evolutivamente estamos programados desde hace miles de años para salir de fábrica con este “software base” que nos permita sobrevivir en el mundo. Si uno lo piensa fríamente, todas las emociones y conocimientos que vivimos como negativos, tienen una raíz positiva por la que en algún momento nacieron.
El problema por tanto llega, cuando en un mundo cuya naturaleza esencial es el riesgo, del que además no es posible escapar, decidimos erróneamente que queremos vivir una vida sin riesgo y evitamos a toda costa las incursiones en estos territorios desconocidos. Esta es bajo mi punto de vista, la imbricada y primigenia razón por la que muchas personas inteligentes y creativas, deciden conscientemente vivir vidas profesionales anodinas, evitando tomar cualquier riesgo en su día a día. No es tanto el miedo al fracaso, como el miedo al ridículo.
Llegados a este punto, ustedes pensarán, entonces “lo importante es arriesgarse”, “tomar riesgos y ser audaz” y toda esa colección de pensamientos enlatados con la que nos bombardea la cultura popular. De nuevo las cosas no son tan fáciles, y el riesgo de nuevo, es un elemento que debe estar continuamente en cualquier estrategia. La cuestión no es por tanto arriesgarse o no, la cuestión es cómo me arriesgo, midiendo el riesgo, y sin poner las cosas realmente importantes en peligro. ¿Complicado, verdad?
Les introduzco aquí, otro de los conceptos que más me han dado que pensar en los últimos años. La ergodicidad .
Según Wikipedia, la hipótesis de ergodicidad , establece que, sobre un período prolongado de tiempo, todos los micro estados accesibles son igualmente probables a lo largo de ese período. Es decir, después de mucho tiempo, es probable que suceda cualquier cosa.
Esta es la visión original de la ergodicidad ,que para el caso nos importa poco, y veremos por tanto, la adaptación que se ha hecho en el mundo económico, popularizada por Taleb.
«En una estrategia que implica la ruina, los beneficios nunca compensan los riesgos de ruina».
Y esta si que es una aproximación interesante al concepto de riesgo, cuando lo metemos en la ecuación junto a la creatividad . Si de todos los escenarios posibles, alguno de ellos implica un riesgo real de daño irreparable, por muy interesante que sea la aproximación, lo mejor será descartarla.
Un fallo por ergodicidad, podríamos asimilarlo a estar jugando a la ruleta rusa , en el que tuviésemos, por ejemplo 6 o incluso 12 balas en el cargador. Pese a que la posibilidad en el segundo caso es más baja, y pese a que la recompensa fuera muy alta, creo que estaríamos bastante de acuerdo en que incluso si la esperanza matemática fuese positiva, no nos merecería la pena jugar por el riesgo .
No importa probar todo tipo de estrategias, diseños, configuraciones etc… siempre y cuando nos aseguramos que no estamos obviando escenarios, por pequeños que sean, que impliquen un riesgo mayor del asumible.
Es realmente complicado, ¿no les parece?.. si uno no se arriesga, cierra la puerta a toda innovación o crecimiento necesario, y si arriesga incorrectamente, puede no sólo volver a la casilla de salida, si no tristemente incluso, en algunos casos, dar por terminado el juego.
Acotamos por tanto el campo de movimiento, en arriesgar de modo continuado, pero siempre con riesgos medidos y que no impliquen riesgo de ruina irreparable. Ese es el campo fértil, donde todos deberíamos forzarnos a operar en el día a día.
Un planteamiento que me gusta, y que suelo comentar bastante con el equipo, es el de tomar riesgos asimétricos . Cara, gano mucho, cruz pierdo poco.
Lanzar y ejecutar una gran cantidad de ideas “low cost”, sabiendo que la mayoría morirán por el camino, te permite dejar correr las ideas ganadoras, sin someter tu vida o tu empresa a riesgos irreparables.
No se si conocen la compañía de videojuegos Supercell , recientemente comprada por el gigante asiático Tencent, pero esto por ejemplo es un extracto de su cultura,
Si se fijan, no tiene desperdicio, pues no sólo no ven los fallos como oportunidades para aprender, sino que consideran que en una compañía creativa como la suya, es absolutamente fundamental para que puedan crecer tomar esos riesgos y equivocarse y lo celebran… bebiendo champagne.
Lo dejamos aquí por hoy, con la esperanza de haberles hecho reflexionar, aunque sea un poco, sobre si están tomando los riesgos necesarios como para ser creativos, así como acerca de la otra cara de la moneda, tomando estrategias demasiado arriesgadas que puedan someterles al capricho del universo probabilístico, del que en el fondo, no podemos escapar…pero ese, ya es otro tema.