Lo bueno que tiene mi profesión es que me ha permitido y me permite entrar en contacto con una gran variedad de industrias y tecnologías. Soy consciente que en 2020 únicamente se considera tecnología aquello que ha nacido en un café de Palo Alto cercano a Sillicon Valley, pero algunos a los que nos gustan cosas tan banales como comer o desplazarse de una parte la península a otra, agradecemos profundamente que haya una nueva gama de autómatas programables, cámaras de visión artificial o servomotores que hagan que pueda comerme una lechuga que no esté mustia o que pueda conducir con seguridad, porque alguien ha diseñado los controles de calidad de forma que mi coche se haya ensamblado correctamente.
Me gusta ver como funciona desde dentro el mundo de las energías renovables, y en los últimos tiempos como la robótica es capaz de entrar en campos como la oncología diseñando equipos que hacen que si nos tienen que dar la mala noticia de un cáncer tarde mucho menos de lo que se tardaría hace unos años y con mayor fiabilidad.
Cada industria tiene una música distinta, unos engranajes distintos, una forma de funcionar en definitiva, que hace que integrar una tecnología en automóvil sea completamente distinto a hacerlo en el sector energético o farmaceútico, siendo los componentes usados en algunos casos los mismos. Las prioridades, los plazos de entrega, los costes etc… hacen que lo que se valora en una industria tenga poco o nada que ver con lo que se valora en otra. Unos te machacan los márgenes hasta la extenuación y otros te permiten vender con mayor margen pero exigen un cumplimiento letal en caso de fallo de las condiciones de entrega, por poner algún ejemplo.
Como ven, al que escribe le han salido los dientes en el mundo tecnológico, con sus cosas buenas y sus cosas malas. Es un mundo fascinante, y muy divertido, pero la competitividad es ciertamente compleja y para que negarlo, agotadora.
Cada día estoy más desconectado de las redes sociales a excepción de +D, que lógicamente considero mi/nuestra casa. De manera consciente, decidí dedicar más tiempo a estudiar, leer, o simplemente hablar con mis amigos virtuales o reales, pero alejarme de algo que tiene tantas cosas buenas como malas. Reconozco que la parte cainita de twitter, me divierte y me crea rechazo a partes iguales. A veces algún amigo me pasa algún tuit, o algún post que piensa que me puede resultar interesante y francamente se lo agradezco. Otras veces curioseo por las cuentas que seguía , o visito proyectos de amigos que hacen las cosas francamente bien. La mayor parte de las veces la información me resulta muy útil, pues uno aprende mucho leyendo a gente instruida en un determinado campo de conocimiento.
Una cosa que me parece bastante positiva es cómo ha aumentado la percepción de que "lo más importante es entender el modelo de negocio", y estoy esencialmente de acuerdo. Entender bien las dinámicas por las que se mueve cualquier negocio son fundamentales si uno se atiene a ese factor. No es sólamente el negocio, sino los proveedores, los competidores, las materias primas que se usen, las tecnologías en juego, las posibles amenazas a las que se enfrenta el sector, la empresa, la dificultad de captar talento y un largo etcétera.
Sin embargo, las redes sociales, han fomentado también al hombre light. Un hombre light sería básicamente un señor que te dice que lo más importante para estar sano es comer bien y hacer deporte, y te lo dice mientras se está comiendo una hamburguesa grasienta y tiene unas lorzas propias de no haber hecho demasiados programas de esos de Marcos Vazquez.
Entender un modelo de negocio no es decir que McDonalds es un Reit. Si no sabes esto, es que básicamente no te has molestado en abrir una memoria de McDonalds. Entender su modelo de negocio va mucho más allá de eso. Tampoco es conocer que Ray era un psicópata que les ventiló el negocio a los hermanos etc… de nuevo, es mucho más que eso. Por supuesto no es decir que es un gran negocio porque lleva diez años o los que sea subiendo, como se imaginarán es mucho más que eso.
Me gustó especialmente la conversación que tuvimos con @Carlos_Otermin , porque se podía ver fácilmente cómo se veía desde dentro el e-commerce. Me imagino que si uno le pregunta a Carlos si conoció el modelo de negocio en dos tardes, su respuesta sería cuanto menos divertida. Hacen falta muchas horas, muchas conversaciones, muchas de ellas con insiders a los que cuesta mucho acceder si uno no está en el circuito etc… y luego como nos comentó, es fácil ver que una SMART puede tener un negocio de la leche, pero unas valoraciones que ningún señor en su sano juicio que conozca realmente el modelo de negocio pagaría en este momento. ¿Quien conoce mejor entonces el modelo de negocio? ¿El que tiene un conocimento profundo, o el que ha invertido y ahora gana un XX%? El mercado le da la razón (temporalmente) al segundo, pero creo que cualquiera con dos dedos de frente no cogería esa cerilla y correría demasiado tiempo el polvorín.
Las capas de conocimiento que forman nuestro mapa mental de cualquier campo son muchas, y adentrarse en la espesura de un sector es realmente duro y complejo. Hacen falta muchos meses para entender un modelo de negocio, y muchos meses más para ver las dinámicas que subyacen al mismo, que generalmente son como las aguas que moverán al barco. Hasta el mejor barco puede naufragar en una tormenta perfecta, y hasta el barco más destartalado puede llegar a puerto con un mar calmo.
Me asusta la banalidad con que hoy se afirma que uno puede conocer veinte o treinta modelos de negocio, cuando en mi experiencia haría falta una vida muy bien aprovechada para poder conocer realmente diez modelos de negocio.
No, conocer un modelo de negocio no es eso, y desde luego, no es solamente eso. Conocer un modelo de negocio, es además, tener un modelo sobre cuanto piensa uno que van a crecer los flujos de caja, los beneficios etc… de modo que vea si lo que uno está comprando le puede ofrecer unos buenos retornos.
Esta época realmente favorece al hombre light, pues en un entorno en que las compañías que más han subido en bolsa son las que no han tenido beneficios, es muy fácil tirar por tierra las valoraciones, pues “el mercado temporalmente le da la razón” si a lo que uno atiende es al precio. De ahí al invertir es un arte, sólo hace falta un poco de audacia y unas cuantas dosis de autoengaño, convenientemente ensalzadas por la manada.
Lo triste del asunto, es que muchos jóvenes inversores recién llegados, una y otra vez volverán a verse atraídos por el brillo de esas pepitas de oro, y cumplirán de nuevo el famoso axioma que comentaba Greenblatt en su transcripción, de entrar arriba y vender abajo. Nihil novum sub sole.
Esto, nos guste más o menos es y seguirá siendo así. Y lo más importante de todo, es que debe ser así. La cadena trófica funciona porque las gacelas son presas de los leones. La rueda del dinero seguirá transfiriendo riqueza de unos inversores a otros, pues así debe ser.
Termino con este apunte del artículo de esta mañana, que me parece esencial
Lo bueno de la inversión es que se parece bastante a nuestro paso por el mundo. Solos venimos y solos nos vamos, por lo que de lo único que uno debería preocuparse verdaderamente es de buscar su camino, y en caso de que alguien le pregunte el qué, le ayude uno a encontrar su como. Un como, que siempre será personal e intransferible. A quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.
Disfruten del fin de semana,