Los conceptos e ideas evolucionan junto con la Historia del hombre. Las ideas no son atemporales y ahistoricas. La idea de Libertad de los escolásticos medievales no tiene nada que ver con la idea que manejan por ejemplo los liberales contemporáneos. Sin embargo, para definir los contornos de un concpeto tan opaco como el de libertad, se pueden señalar dos ideas fuerza, dos polos, sobre los que giran el resto de modulaciones. La concepción voluntarista de la libertad y la determinista. La primera entiende la libertad personal como libre albedrío, autonomía. Una libertad incausada. La segunda como puro determinismo fatalista. Es obvio que ninguna de las dos concepciones se corresponden con la experiencia vital de las personas al actuar en y con el mundo que les rodea.
¿En qué plano se ejerce entonces la libertad personal? En el plano en que convergen capacidad volitiva y determinismo. En el plano dialéctico. Libertad es poder de acción. Es potencial para hacer. Y, como todo poder o capacidad, se enfrenta a otros poderes y capacidades que lo limitan. Hay una lucha por la libertad. Ese conflicto se da tanto frente a otros poderes personales como a determinaciones de otro tipo, como biológicas, históricas o coyunturales (que es en gran parte en lo que incide Sapolsky en su libro). El individuo carga con un bagaje de factores que acotan su potencial de acción. Hallaremos su libertad en el proceso vital que le llevará a romper esas lineas causales. Por esa razón, la concepción negativista de la libertad como simple ausencia de coacción, que sostienen muchos liberales hoy en día, es, a mi juicio, completamente ingenua. Ingenua porque, en primer lugar, el objeto de esa coacción implica ya una capacidad de acción (¿qué se estaría coaccioando (o no) sino?). En segundo lugar porque en una sociedad, y más en sociedades tan complejas como las actuales, no es sencillo delimitar las fronteras de lo que es coacción de lo que no lo es. Y en tercer lugar porque concibe al individuo de forma aislada. Pero toda acción atañe directa o indirectamente a otros individuos, independientemente de que lo queramos o no, o de que seamos conscientes o no. La libertad negativa sería entonces nada más que una precondición para ejercer la libertad positiva: el poder de acción.
Es por esa razón que Marx hablabla de esclavitud en el sistema capitalista. No en un sentido tradicional del amo que posee la vida de su esclavo. Sino una esclavitud económica de aquel que, una vez destruido el modo de vida tradicional y privado del acceso a los medios de producción, se veía obligado a vender su fuerza de trabajo para sobrevivir. Una esclavitud velada, pero en ocasiones con consecuencias más trágicas que la esclavitud tradicional. Hay que recordar que en la época en que Marx hacía sus críticas, la calidad y esperanza de vida de la recién nacida clase obrera industrial era deplorable. Las primeras ciudades industriales eran máquinas de devorar vidas. Las insalvables diferencias entre un liberal y Marx se originan en sus diferencias a nivel ontológico de conceptos como el de libertad.
Tampoco cabe hablar de Libertad, sino de libertades. En el plano político por ejemplo, la libertad es la capacidad de imponerse sobre los demás. En el plano ético la libertad es, paradójicamente, ejercer su antítesis. A la manera estoica, la libertad no está en abandonarse a nuestros deseos y pasiones, sino en aprender a controlarlos. Una persona libre no es aquella que, como un niño caprichoso, se deja llevar por sus arrebatos, sino la que tiene el poder de acción para canalizarlos hacia mejores fines. Son las virtudes de la sabiduría y la templanza o fortaleza. En el plano moral, la libertad es generosidad hacia los demás para colaborar en la realización de sus libertades. Paradójicamente, la libertad en el plano moral implica también el tomar decisiones que no son libres. Hacer lo que requiere la situación independientemente de que nuestro potencial para actuar nos permita tomar otro tipo de decisión. Son las virtudes de la justicia y el coraje.