Pues me voy a estrenar en el foro con una reflexión que igual les parece una tontería, pero que en mi corta experiencia como inversor, y después de haberla puesto en práctica, ha ido tomando forma y me ha ayudado a dominar mis impulsos.
Si es así, disculpen por hacerles perder el tiempo.
Yo al principio de este viaje inversor pecaba de impulsivo y vendía, aunque no entraba en los planes de mi yo racional, reflexivo y seguro de si mismo.
Me consideraba un inversor a largo plazo, pero no llegaba ni a serlo de medio plazo.
Cada vez aprendía mas de inversión, mientras leía a los abueletes y visitaba foros, pero tenía un problema:
Yo mismo.
Si me eliminaba de la ecuación, mis inversiones hubieran sido un éxito, asi que me puse manos a la obra para reducir mis impulsos.
Descubrí que no aguantaba la presión relacionada con la volatilidad y eso me hacía vender, dando al traste con muchas horas de trabajo e investigación.
Asi que decidí coger el toro por los cuernos, pensé en un instrumento volátil de narices, compre Bitcoin (lo suficiente para no comprometer ni un ápice mis finanzas pero lo justo para que se note el golpe) escondí las claves y así me obligué a aguantar el temporal.
Mano de santo oiga.
Bitcoin e Inversion a bote pronto son como el ying y el yang, la noche y el dia, USA y la URSS.
Digo Bitcoin porque ha sido mi propia experiencia, pero podría ser cualquier valor o producto financiero extremádamente volátil.
Es un modus operandi que suelo poner en práctica cuando, ya sea por obligación, necesidad o iniciativa propia, salgo de mi zona de confort hacia terrenos desconocidos:
La terapia de choque.
El objetivo numero uno, no es otro que empezar cuanto antes, dejarme de tonterias y superar el miedo escénico.
El objetivo numero dos, es experimentar las complicaciones y desavenencias cuanto antes, ya que aun no está puesta toda la carne en el asador y las repercusiones no suelen ser muy dramáticas.
El objetivo numero tres es, asumiendo un riesgo reducido, conocer mejor el proceso, las sensaciones y los pensamientos que van a salir a flote cuando la cosa se ponga seria de verdad.
En resumen, es lo que se llama entrenar antes de jugar el partido.
Por todos es bien sabido que uno de los puntos debiles, sobre todo del inversor novel, es la tolerancia a la volatilidad y las emociones que de ella se experimentan, así descubrí que yo no era el único.
Pero como dicen por ahí; mal de muchos consuelo de tontos.
Uno puede ser un estupendo analista fundamental y estar convencido de invertir para no vender jamás de los jamases… hasta que se encuentra dentro del mercado y le entra el vértigo.
Empieza a contar el dinero antes de haber cerrado la posición y decide vender… entones la gran subida le pilla fuera de mercado.
Ahí es cuando ve que su tesis de inversión no era mala y decide volver a entrar… pero ironías de la vida, esta vez, la gran bajada le pilla dentro de mercado.
Sigue contando el dinero, se esfuman las ganancias y empieza a palmar pasta, hasta que no aguanta más y presa del pánico, vende.
Tiempo después todo vuelve a subir.
Este ciclo en los mercados ocurre con frecuencia, pero (en mi opinión) menos de lo que debería cuando se trata de curtirse, hacer callo y controlar mínimamente los sentimientos.
La parte emotiva es parte indivisible del proceso de inversión, tanto para el inversor a largo plazo como para el especulador a corto.
Por ello, si tiene claro que quiere invertir a largo plazo, ¿por qué no hacer terapia de choque con la volatilidad?.
Sin miedo.
¿De verdad va a dejar que el desconocimiento de ciertas sensaciones puedan dar al traste con sus horas de análisis tras la barrera?.
Comprar un valor cambiante, nervioso y esquizofrénico, ver como sube para después volver a bajar, mantenerse, tener ganancias y perdidas flotantes… y aun asi no hacer nada y que no le influya demasiado (solo lo suficiente para no ser presa del miedo y la codicia), solo se consigue experimentándolo en primera persona.
Y no tiene precio.
La volatilidad es algo innerente a la inversión, pero cuando aún no la hemos enfrentado cuerpo a cuerpo, la cabeza la interpreta de forma muy puñetera, convirtiéndonos en corderitos asustados o en hienas hambrientas.
Si quiere domar a la fiera, enfréntese a ella cuanto antes, pero eso si, con preservativo.