Bitcoin es un activo muy volátil. Y mucho más

Por eso hay que tener cuidado cuando se hacen afirmaciones del tipo “Bitcoin es una reserva de valor”. En primer lugar, no tenemos una perspectiva histórica del activo para determinar si realmente puede actuar como reserva de valor, respecto a qué y en qué escenarios. Y, aunque tuviésemos suficiente perspectiva histórica tampoco existen las relaciones deterministas, pues las correlaciones entre activos, y de los activos con los distintos escenarios económico-políticos, son dinámicas, no estáticas.

En segundo lugar, valor y precio son dos caras de la misma moneda. Algo tiene perspectivas de preservar o incrementar su valor dependiendo de su precio en el momento de la compra. El problema con el Bitcoin y las criptomonedas es que no poseemos una sola métrica objetiva para poder determinar ni el valor, ni el precio del activo. La justificación para algunos se basa en sus características como activo deflacionario y descentralizado. Pero, intentar asignarles un precio a esas características es una tarea totalmente arbitraria y presupone la aceptación de unas cuantas premisas, como, por ejemplo, que quien invierte en el activo lo hace por las razones por las que el propio activo supuestamente tiene valor. A mi juicio, asumir que todo inversor en un activo actúa bajo los mismos objetivos y horizontes temporales lleva, como bien explica Morgan Housel en uno de sus capítulos de su libro “The psychology of money”, a errores de juicio sobre el precio del activo. Los factores que tiene en cuenta un day-trader distan en mucho de los de los que tiene en cuenta un inversor a largo plazo. Lo que puede ser racional para uno puede no serlo para otro. El error está en pensar en que todos jugamos al mismo juego. Asumir, por ejemplo, que todo el que entra en Bitcoin lo hace porque entiende y está convencido de la filosofía subyacente del activo y su horizonte temporal es a largo plazo, puede llegar a concederle al activo unas propiedades que en realidad no tiene (como el de “reserva de valor”), si, lo que en realidad está sucediendo, es que quien está entrando últimamente en el activo lo hace estrictamente por su revalorización reciente y su perspectiva temporal es el corto plazo.

A mi juicio, lo que ha ocurrido estos últimos meses con el Bitcoin, otras criptomonedas y también porque no decirlo, con algunas acciones, es un claro ejemplo de lo que se entiende como una mala asignación de capital. Un libro excelente que expone perfectamente los ciclos del capital es “Capital returns” de Edward Chancellor. Detalla cómo, en algunos escenarios económicos, como pueden ser el de tipos de interés artificialmente bajos o el exceso de liquidez, el marco psicológico del inversor y su percepción del riesgo se distorsiona, provocando que esté dispuesto a asumir unos riesgos que no estaría dispuesto a asumir en condiciones normales, asignando su capital de forma temeraria. Vale para las empresas, pero también para los individuos.

No hay que entender esto como una crítica al propio activo, ni a todos los inversores en el activo. Pues uno puede mantener una tesis válida y un activo puede tener sentido tanto en su filosofía como en la práctica, independientemente de quién esté invertido dentro. Pero no puede excluirse el precio de la ecuación, y la prueba es que no es lo mismo haber entrado en Bitcoin cuando cotizaba a 100 euros que cuando cotizaba a 60.000, y, la cuestión, es que no hay manera de determinar de forma racional si 100 euros o 60.000 euros (un cambio de un 60000%) son precios apropiados.

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