Considero a la Contabilidad una técnica, o más bien conjunto de técnicas, que permiten el registro de hechos económicos de manera más o menos fiable. Como tal, tiene sus reglas, principios y prácticas.
Una primera división separaría Contabilidad Nacional de Contabilidad Empresarial. La primera, a través del análisis de datos y la aplicación de diversas estimaciones, permite calcular macromagnitudes tales como Producto Interior Bruto, Renta Nacional, Consumo, etc.
La contabilidad empresarial tiene una naturaleza muy diferente. Aspira a calcular, de la manera más precisa posible -esto es, asequible- magnitudes como Beneficio Anual, Neto Patrimonial, etc. Nosotros nos centraremos en este tipo de contabilidad.
Un lego en la materia podría pensar que la contabilidad empresarial tiene una naturaleza matemática. Si nos limitamos a contabilizar las transacciones efectuadas, debemos llegar a un resultado y a un balance de situación. Esto es cierto, pero sólo en parte, ya que siempre existe margen de discrecionalidad.
Los asientos contables que se efectúan habitualmente en el seno de una empresa se pueden clasificar del siguiente modo:
- Recurrentes.
- No recurrentes.
- Estimaciones
A medida que descendemos por esta escala aumenta el grado de discrecionalidad en el cálculo de los importes que se contabilizan. Aun así, debemos ser conscientes que los criterios y las elecciones contables existen a todos los niveles, de forma más o menos explícita.
Otra característica de la contabilidad es su conservadurismo. Se prefiere la aplicación del criterio más conservador. Esto implica, a veces, infravalorar el resultado, pero no siempre.
Asimismo, es preferible la consistencia en la aplicación de los criterios aplicados: un cambio de criterio poco justificado podría encubrir la intención de manipular el resultado.
Por ejemplo: un banco podría aplicar criterios más o menos estrictos para calcular sus provisiones por impagados. Aunque la normativa bancaria da unas pautas para su cálculo, su aplicación tiene un cierto margen subjetivo. Si se dota en exceso se reduce el resultado y también la base imponible, con lo que se pagan menos impuestos sobre los beneficios. Por el contrario, si lo que se pretende es lucir unos resultados mejores, se pueden relajar los criterios y dotar menos. Así, el resultado, aparentemente, es mejor; aunque su calidad será inferior. En sucesivas entregas hablaremos extensamente del concepto de calidad del beneficio, que me parece de la mayor relevancia en el análisis financiero.