Es este un tema bien interesante, en el que yo he llegado a la conclusión nada sorprendente de que cada persona es un mundo. A lo largo de mi vida he conocido a muchas personalidades diferentes, cada cual con su pirámide de prioridades. Algunas me parecían , o yo no sabía interpretar de otro modo, más coherentes que otras, pero para la mayoría de las mismas, no es de extrañar que su visión era la correcta.
La mayoría de las personas que invertimos, de una manera u otra sentimos verdadera fascinación por el dinero. Esto lo expuso con bastante más precisión Kostolany, pero resumiendo, la única manera de hacer crecer ese bicho tan esquivo, es en cierto modo tenerlo en la mente una gran parte del día. Esto por lo general es una de esas verdades incómodas, que preferimos tapar o maquillar bajo múltiples capas de nobles propósitos, pero si uno va al hueso del asunto, o sientes esa fascinación (que no es algo malo o bueno per se), o será difícil que puedas crear las condiciones adecuadas para el ahorro y la inversión.
La vida sin embargo, tiene una extraña habilidad para ponernos el semáforo en verde o en rojo, y por mucho que deseemos tener grandes fuentes de ingresos, hayamos llevado a cabo una esforzada formación cum laude y seamos firmes convencidos de que “nosotros si, pero ese de enfrente no se lo merece”, hará lo que buenamente le de la gana y nos pondrá en el punto que quiera ponernos. Es feo aceptarlo, pero por lo general es así.
Hay personas que se resisten a aceptar esto, y crean un mundo alternativo de fantasía, en el que un mecanismo de defensa es pensar que invirtiendo pequeñas cantidades de dinero hoy, dentro de varias décadas podrán llevar el tren de vida de esas mismas personas a las que hoy critican por vivir en el presente esa vida. Este particular mecanismo de defensa, es el mismo que te empuja a dictarle a todos los demás como deben vivir. Comprarse un buen coche no sólo es tirar el dinero, sino que demuestra una incultura financiera elevada. Lo mismo para una buena casa, por llevar a los hijos a buenos colegios, por comer tranquilo en familia un pescado frente al mar, por viajar, por…
El demonio generalmente está en los detalles, y detrás de cada decisión, subyacen motivos de los que no tenemos idea alguna. Tratar de imponer nuestro modo de ver el mundo, es un sinsentido que por lo general tiene su pecado original en el mal de muchos, consuelo de tontos/todos. Si todos comen comida procesada caducada, me siento mejor porque no soy el único, cuando realmente haría uno bien en aprender a cocinar y elegir frescos a precios razonables (si, los agricultores, pescadores etc… también tienen derecho a ganarse la vida), que uno se puede permitir perfectamente. OK, pensarán, pero si valoro más mi tiempo para hacer X que el ahorro de Z… pues no le faltará tampoco razón, pero igualmente será bueno que si esa es su fórmula mágica, entienda que lo será para usted y no para los demás.
Al final, si uno se para a pensarlo, la vida y la inversión tienen unos paralelismos bastante grandes. Del mismo modo que quiero imponer mi manera de gastar el dinero, quiero hacerlo con mi manera de invertir, mi manera de pensar etc…
Una de las cosas que me apasiona de +D, es que si uno lo mira con ojos objetivos, no hay una manera de invertir por encima de las demás, y eso no es asunto baladí. Es un reflejo de una manera pensar abierta a lo diferente, al intercambio útil de conocimientos, a poder ver otra cara del prisma al saberse uno mismo presa de múltiples sesgos invisibles al propio ojo.
Lo dejo por aquí, que en un rato empezamos a grabar con Jon @Itaca , y aún hay cosas que preparar. Que tengan buen domingo, amig@s.