El salón de los pasos perdidos: una mañana con Munger

A Charlie Munger lo conocemos básicamente por su asociación con Warren Buffet al frente de Berkshire Hathaway. Se conocieron en 1959, cuando ambos eran ya moderadamente ricos. Gracias a Munger, Buffett depuró la filosofía value, que había heredado de Benjamin Graham, y que consiste, básicamente, en comprar a precios de derribo activos que valen más. Munger sumó al concepto original la idea de calidad: sólo se debe invertir en aquellas empresas que gocen de fuertes ventajas competitivas, concepto que él denominó moat. Moat en inglés es el foso defensivo que circunda un castillo, el espacio - para así entendernos - que nos protege de los enemigos. En términos empresariales, el moat sería la ventaja competitiva de la que disfrutan determinadas empresas y que las convierte en prácticamente indestructibles durante una generación, al menos. A diferencia de Buffett –un hombre al que no se le conocen gustos culturales serios-, Munger responde al prototipo del intelectual: un hombre leído que dedica la mayor parte del día a formarse en los clásicos. Su modelo es Benjamin Franklin, quizás lo más cercano a un hombre del Renacimiento que haya dado los EE.UU. Dicho de otro modo, Munger es un empirista puro que cree en la complejidad de lo real y en la teoría de los vasos comunicantes: la psicología junto a la historia, la economía junto a las matemáticas y la biología.

Entre las notas desperdigadas en mi despacho, leo que a sus 87 años, el 1 de julio de 2011, Charlie Munger se despidió de los accionistas de Wesco. El apunte se titula: “Una mañana con Charlie Munger”. Aquel día habló de las causas del crash de 2008 y del futuro de los EE.UU. “La crisis se originó debido a la locura, la megalomanía y la maldad de la banca”, afirmó; para añadir que es inevitable que el enorme crecimiento económico de países con un marcado carácter exportador – China, Corea del Sur o India, por ejemplo – afecten de un modo sustancial al status de Occidente. Inquirido por su opinión acerca del presunto declive del gigante americano, respondió que sin duda los Estados Unidos dejarán de ser, algún día, el gran poder de nuestra época: “Así ha sucedido siempre y así seguirá sucediendo. Podemos estar 100% seguros de ello. Sin embargo, todos los grandes imperios siguen perdurando en la historia. Lo que fue magno en la antigua Grecia – o en Roma, o en la Gran Bretaña – sigue siendo magno hoy. Lo mismo sucederá con los Estados Unidos y esto se nota, por ejemplo, en la influencia, constructiva y enorme, que tenemos sobre Asia […]. Si algún día China llega a ser un gran imperio. será porque muchas de nuestras mejores virtudes perviven en ellos.” Ya al final, le preguntaron qué consejo puede dar un padre de familia a sus hijos. Su respuesta trasluce la marca de un estilo, de una cultura: “Nunca les prediques algo que no venga confirmado con tu vida. Y enséñales a aceptar las derrotas con dignidad y con elegancia. Uno aprende mucho más de los errores que de los aciertos.” Son palabras de un sabio.

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Aprovecho su magnífico relato para citar una influencia en Buffett que se suele comentar poco y sin duda con un marcado estilo peculiar, la de Phil Fisher y que se puede disfrutar en forma de libro traducido, en mi opinión uno de los que hay que leer, aunque tal vez cuando uno ya tiene ciertas ideas claras.
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Esta edición incluye el libro clásico de Fisher, escrito algo antes de 1960 y otro, escrito alrededor de 1975, titulado algo así como los inversores conservadores duermen bien.

Ya os podéis imaginar la concepción que tiene Fisher sobre que significa ser un inversor “conservador”, especialmente en una época donde la inflación amenazaba de forma implacable. Resulta clarificador, tanto en un escrito como en otro, lo claro que tiene como las caídas son oportunidades históricas de comprar y como interpreta como en el mercado lo que suele terminar cotizando son las espectativas.

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Muchas gracias, es un libro magnífico.

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