Alejando al odio errante

Empieza como un suave calor justo encima de la boca del estómago. Se extiende y ramifica hacia los hombros y trepa por la garganta ganando intensidad. Explota y se disemina como una bomba de racimo en el córtex cerebral mientras fuegos artificiales elevan la temperatura haciendo que llegues a notar la presión en los ojos. Algunos le llaman ira, y es la antesala del odio, el corredor que da paso a la frustración o la violencia.

No se avergüencen, pues a todos nos pasa, forma parte de ese cableado cerebral con que nos han diseñado a los seres humanos. Son emociones primarias con las que cientos de años atrás sus antepasados y los míos le abrían la cabeza al señor que trataba de quitarle la comida, y que hoy tras exquisitas capas de educación y sosiego artificial o natural, se canaliza y se dirige al enemigo natural del momento, sea el Gobierno, el jefe, el vecino del quinto, o la tuitera influencer que tiene lo que anhelas y el destino malvado te ha negado.

Ira. Frustración. Odio.

Tres patas que gravitan, orbitan y devoran al sujeto que las vive y que lejos de premiarle con una vida mejor, lo sumergen en una espiral autodestructiva en la que es absolutamente incapaz de mantener una vida normal y sensata. La delgada línea hacia la obsesión, hace que uno se vea asimismo cada vez más y más pequeño. Enano. Diminuto. Devorado por la sombra de si mismo que en algún tiempo y algún lugar fue.

De los siete pecados capitales, la ira, la soberbia y la envidia, son los que van de la mano. Forman el trío perfecto que vive en una sempiterna partida de mus que nunca termina. Una vez entran en escena, los tres prolíficos socios en el crimen, se diseminan y multiplican arruinando los sueños y esperanzas del sujeto.

Con la gula, la lujuria, la avaricia y la pereza uno obtiene un cierto disfrute. Puestos a sucumbir al menage a trois de los pecados capitales, al menos que aplaquen nuestro lado hedonista.

Y ustedes se preguntarán…¿por qué diablos nos cuenta usted esto?

Pues porque el ego, es el mayor destructor de vidas e inversiones que probablemente encontrarán en su camino. Y es el mismo ego, el que los arrastrará a la ira, a la soberbia, y finalmente, los abandonará en la eternamente invernal estación de la envidia.

Este año 2020, ha sido un verdadero maestro disfrazado de adversidad. Planes enteros se vinieron abajo. Circunstancias fáciles, se tornaron en complejos retos, que pusieron a los equipos en jaque, obligándolos a sacar lo mejor de si mismos. Carteras se vieron seriamente golpeadas dejando la tarjeta de bienvenida de Mr. Market en la puerta de muchos nuevos inversores que asistieron atónitos a auténticas sangrías sobre sus otrora verdes inversiones.

Pero la tormenta pasa, como pasa lo bueno y lo malo, y se vuelve de nuevo a las viejas costumbres. Y uno cada vez con más dudas, asiste de nuevo a los coros de certezas que atronan con su contínuo trinar sin ceder al desaliento.

Inversores que hace tres años andaban cargados hasta las trancas de fondos Value, y se golpeaban el pecho al clamor del Value Übber alles, ahora hacen gala de la fe del converso, atacan con salvaje crudeza a sus antiguos ídolos hoy caídos en desgracia. La rueda del destino tritura, machaca y pulveriza al antaño soberbio, dejándolo hoy pasto de las hienas, que seguras ante el apoyo tribal y el anonimato, se lanzan sin recato a participar del efímero festín en el que la presa es sólamente la sombra de un animal que se sigue riendo al compás del “ande yo caliente, ríase la gente”.

Pero el odio sigue, se extiende, se amplifica y se refuerza.

Yo lo merezco, ellos no. Mi estilo de inversión es el correcto, el resto son pura basura. ¿Acaso no se da cuenta nadie? !Háganme caso! !Estoy aquí! Trinan en los dominios del pájaro azul… Esa continua, afilada y destructiva letanía que acaba siempre en un ¿Por qué yo no?¿Por qué no?

Y así, gente inteligente, divertida, agradable, e incluso buenas personas, acaban devoradas por la sombra de enemigos que en muchos casos ni conocen su existencia, y a los que les toca un pie lo que piensen o digan de ellos.

Es triste convertirse en un triste. Nunca merece la pena.

Si a Pepito o Fulanita le gusta comprar indexados, DGIs , empresas machacadas o compañías con buenos modelos de negocio…¿qué más le da?

¿Va a ser más rico o tener más éxito por el hecho de que los demás no compartan su forma de invertir?

¿Es necesario estar continuamente sacando pecho de “yo tenía razón en esto”, “me estoy forrando porque soy un gran inversor y usted no”, “como bien les dije en xxx” o “todo el mundo son unos estafadores menos un servidor y los que son de mi cuerda”? ¿Cual es el fin? ¿Qué pretende uno con ello? ¿Es sólo falta de autoestima o simple insatisfacción del individuo en su vida normal que le empuja a necesitar reconocimiento?

No se puede construir nada positivo con odio. Es imposible. No creo que haya ningún factor más limitante o dañino hacia uno mismo y los demás. El tiempo gastado en odiar, es tiempo perdido, baldío, estéril.

Los caminos de las personas a veces se juntan, y a veces se separan. No es ningún drama. Hoy andamos un trecho juntos, y quizá no volvamos a andar más en la vida, o quizá si, quien sabe. Nunca entenderé porque se tiene que añadir odio a lo que simplemente es un agradecimiento por el tiempo pasado juntos. Lo mismo pasa con los estilos de inversión. Uno quizá hace unos años estuvo invertido con los fondos Value y hoy ve que ese estilo ya no le va. Se cierra la posición, se traspasa al activo que uno prefiera, y asunto terminado. No es necesario reproducir el patrón de los ex-fumadores, vaya.

Tampoco tiene mucho sentido el mantra de “sólo hay dos formas de invertir correctas, la mía y comprar el mercado”. Cada vez que veo esto, siento una profunda pena, porque uno se pierde estar abierto a la exploración y a conocer nuevas habilidades. Cualquiera que se mire a si mismo y no se vea bastante distinto de lo que era hace cinco o diez años, ha perdido enormemente su tiempo.

Recuerdo que cuando era (más) joven, por alguna extraña razón nunca comía sandía ni melón. “No me gustan las frutas grandes” bromeaba. Y me cerraba en banda a prácticamente salir de mi menú de sota , caballo y rey. Tuvo que llegar mi mujer, y poco a poco ir abriendo mis gustos gastronómicos, lo cual me sirvió para dos cosas… ver lo que me estaba perdiendo con la sandía, el melón y tantas otras cosas, y hacerme consciente de que hay vida más allá de Finisterre, y que lo que yo conozco es únicamente un mínimo detalle de lo que es el mundo. El mapa no es el territorio. Nunca lo es.

Y bueno, terminamos ya esta reflexión de una tórrida tarde de estío. El ego, es el enemigo, pero además de verdad, y si quieren ser felices, más les vale dejar la testosterona a un lado y decir… “venga, ponme un trozo de melón, a ver si es verdad eso que decís” .

Esforcémonos en que +D, siga siendo un reducto alejado del odio errante. Pongamos nuestro empeño, pues cuando llega, cuesta erradicarlo.

Que tengan buen verano, disfruten de todo lo bueno de la vida y sean cada día un poco más sabios. Y si el resto del mundo se empeña en mostrarles su cara negativa, sientan compasión e indiferencia. Las personas grandes, tienen corazones grandes. Las personas pequeñas, cuanto más lejos de sus vidas, mejor :wink:

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Solo diré una cosa, odiar cuesta y mucho, tanto como amar o más, una vez que esto se conoce se pasa uno a la indiferencia que es mucho más útil y barata.

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Ufff, jode (con perdón) verse retratado en algunos pasajes de un texto tan bien escrito como afilado como el suyo.

En estos casos uno trata de esconder sus vergüenzas tras el hecho de que esos que describe son comportamientos muy humanos… demasiado humanos en realidad. En cualquier caso pienso igualmente que el primer paso es entender que según qué actitudes no tienen nada de positivo por muy humanas que estas sean… así que no queda otra que ponerse manos a la obra y tratar de descartar las mismas a fin de conseguir que este camino sea además de económicamente provechoso, enriquecedor en lo espiritual y lo más ameno posible.

Saludos,

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El odio, la ira… Tenía que ser justo el vecino del quinto el que cita en su texto. El odio nubla la visión, pero bien canalizado puede ser un aliado excepcional. La venganza es un plato que se sirve frío. Y ayuda a agudizar el ingenio, si vamos a hacer el mal, motivado por el odio causado por un tercero, hagámoslo bien.

Sensacional entrada, @jvas, y magnífico mensaje este entrecomillado. Por este motivo vale la pena estar aquí, en +D, en nuestra casa. Por cierto, le ha quedado a usted un escrito muy estoico :upside_down_face:

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En mi opinión, el odio o la ira nunca lleva a nada bueno; una vez que te nubla la visión, como dice usted, no puede venir nada positivo.

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Quizás no he sido todo lo preciso que pretendía. No es el odio en sí, es el estado posterior que pide venganza y restituir desde la cordura el daño causado. Yo perdono, pero no olvido. Y ese estado no nubla la visión, la potencia.

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Todo un escrito para reflexionar. Destaco esto que en mi opinión es crucial para tener una buena vida. Asumiendo que el cambio ha sido a mejor, claro, al menos desde algún punto de vista.

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Precioso escrito el suyo @jvas. El odio, ligado al rencor son como un cancer que te consume por dentro, te bloquea y te impide avanzar y dedicar el recurso más valioso y limitado que uno tiene, que es normalmente el tiempo, a menesteres más productivos.
En el mundo de la inversión, como en la vida en general, la humildad es una virtud esencial, en mi opinión.
Por mucho que uno sepa o, mejor dicho, crea saber, por muy bien que a uno le vaya en la vida en general, siempre hay muchas cosas que aprender de los demás.

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Quizás calificar una emoción en términos absolutos no sea una gran idea, citando la fábula/cuento que menciona en el podcast, si la ira es buena o mala… “ya se verá”

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@autoinmune , completamente de acuerdo.

@ElHombreTranquilo , nos pasa a todos, realmente se trata de ser, aunque sea ligeramente, consciente de que es algo negativo. Aún así es tan complicado como poco duradero y por lo general, acabamos de nuevo repitiendo los hábitos y “volviendo con la burra a la era”.

@Lotas , personalmente no creo en la venganza. Si uno se para a reflexionar pausadamente, pocas cosas en la vida merecen realmente una venganza. Si algo o alguien te agravió, lo importante es saber perdonar y moverse hacia delante. Si es tan grave que uno no puede hacer esto, es otra cosa, pero probablemente en ese caso deberá uno prepararse para la destrucción del enemigo, y la suya propia,

@Apolonio , muchas gracias. Ya sabe que estamos hechos de conversaciones :wink:

@Laertes , desde luego. El cambio es tan necesario como inevitable. Abrazar el cambio y dejar atrás al yo pasado es esencial para crecer. No puede uno tener los mismos zapatos con diez, que con cuarenta años.

@Sir_Arthur , nada que añadir. Brillante.

@AlanTuring … buen punto este. ¿Se anima a desarrollar la idea en un escrito veraniego?

Gracias a todos, amigos, a ver si generamos algo de debate sobre esto, que a buen seguro nos enriquecerá a todos.

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Este es un gran tema el que nos trae a la palestra una vez más con su afilada y elegante pluma. Una de las frases suyas que más me ha marcado, aunque sea importada, es esta de “quien posee es poseído”. Como vago que soy, y cada vez más consciente de las limitaciones cognitivas que se adquieren con la edad, he pasado del análisis concienzudo y ponderado, reflexión, documentación bibliográfica y ensayo antes de opinar al “one size fits all” y últimamente uso esa frasecita para todo (para los que se hayan preocupado, la primera parte de la frase era broma, nunca lo he hecho). Esto de la talla única me hace ver toda la realidad con ese prisma y por supuesto, dotado con otras poderosas armas como son la arrogancia y el wishful thinking, no hay quien me pare.

Hecha esta introducción, llego aquí pensando ya si este comentario podría convertirse en artículo plenipotenciario y que algunos empezaran a contemplarme como pensador, como hacen con Vd., lo que mi ansioso ego agradecería, pero bueno, ya digo que la molicie veraniega pesa mucho y hacer un copipega es mucho trabajo; nos quedaremos como estamos.

Me dice la RAE que ni digresar ni digredir existen, con lo que me quedaré con que “me desvío del tema”. Mi interpretación personal del odio o del desprecio encaja con la frasecita jvasiana por el hecho de que realmente cuando uno odia, está poseído por el odio, posee uno un sentimiento de que las cosas le gustaría que fueran de otra manera, quisiera torcer la realidad para que el objeto de su frustración se amoldara a los deseos de uno mismo. Quisiera poseer a esa persona o a esa situación, pero no puede. Su amor decidió dejarle. Su perro ya no salta a recibirle. El proyecto que él se merecía lo está ejecutando otro. Hay otro que adora a otro dios, o que no adora a ninguno. No digamos ya si el árbol amenaza ruina. ES EL MOMENTO DE LA VENGANZA.

Piensen en la ira, en la rabia y en la frustración. Les atenazan como este texto que supera ya al artículo que le ha dado pie, como todo el mundo sabe. No revelan nada más que la debilidad del odiador, debilidad de la que uno a veces es incluso consciente, pero para qué reflexionar si HAY ALGO MÁS IMPORTANTE, que es seguir regodeándonos en ese caldo gordo, en pensar en que llega el tiempo del qué hay de lo mío.

No tengo la solución, estoicismo, meditación, dejarle la VISA a su Sra. o acceder que su Sr. se compre otro cacharrito o pase dos horas más al día en +D. Tampoco es cuestión de convertirse en un tubérculo, que con la ola de veganismo que nos rodea cualquier día acaban en las fauces de @TTAR. Es difícil, pero cuando uno lo piensa fríamente, toda esa frustración revierte mucho más en el frustrado que en el objeto de sus desvelos.

No quiero acabar sin ofrecerles un briconsejo. Sean un dechado de amor. Piensen en el objeto de su frustración y háganle una carantoña, elógienle, recuerden los buenos momentos que alguna vez pasaron juntos cuando recogieron las plusvalías de Catalana Occidente, yo que se, pónganse a levantar bombonas de butano en sentadilla mientras piensan en él. Verán que esa mordaza se afloja. Dejarán de ser poseídos. Y en todo caso, si todo lo demás falla, otra de mis frases favoritas “no hay mejor desprecio, que no hacer aprecio”.

Cuídense, amigos.

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@jvas. Escribir el nombre de nuestros enemigos en la arena y de nuestros amigos en bronce puede ser una buena idea, claro que todo es tan cambiante…

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Que delicia, cada día se supera usted.

El camino a la sabiduría es costoso, en tiempo y esfuerzo. Pagamos un precio pero nos eleva sobre el resto.

Gracias por compartir estas reflexiones.

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Estoy atravesando un período un tanto convulso, entiéndame. Yo también preferiría no tener que odiar a nadie, pero aún no es el momento. Nada más provechoso que la paz interior, fijo, pero en ocasiones los factores externos lo impiden.

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Desde luego, @Lotas, lo entiendo perfectamente. No se preocupe que tras la noche llega el día. Espero pronto vuelva todo a la normalidad.

Un abrazo

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Muchas gracias @jvas por hacerme reflexionar. Una vez más vuelvo a sentir que +D me aporta mucho, más allá de cultivar mi cultura financiera, siendo un sitio al que acudir siempre que necesito el abrigo humano de una comunidad, aunque por el momento para mi sea virtual. Hacía tiempo que no participaba tan activamente en las redes, y esto tiene que ver por todo lo que aquí se comparte.

La ira y más allá el odio, es el camino fácil ante una situación manifiestamente injusta para con nosotros mismos o los nuestros (el mencionado Ego) o cuanto menos irritante. Es mucho más fácil, al menos para nuestra imaginación, acabar con la situación con un chasquido de dedos aniquilante, que intentar reconducirla por unos cauces basados en la armonía. Descontando claro al frío maquinador, que con paciencia y planificación acaba por servir su plato de venganza, tal y cómo había querido.

Muchas veces, dejandonos devorar por el odio, abocando nuestra imaginación a un vórtice de destrucción, gastamos más energía que canalizandola en pensar cómo solucionar o mitigar la situación por un camino no destructivo. Por norma general, aunque lo general es lo menos común, suele haber formas de solucionarlo, el odio o la ira no suelen ayudar a encontrar esas soluciones.

Odiar por lo bien que lo hagan otros, especialmente en el mundo de la inversión, no deja de ser otra forma de querer que el prójimo sea tan desdichado como nosotros, o si puede serlo algo más, mejor. Alegrarse por los demás, aprender de los demás, no debería ser tan difícil.

Mención aparte son graves desagravios, pero aunque sea 10x más difícil, siempre debe poder haber una forma que no nos haga caer en ser peores.

Y para acabar con esta chapa, permitánme una pequeña cita de O’sensei Morihei Ueshiba fundador del arte marcial Aikido:

Tan pronto como te ocupas del “bien” y el “mal” de tus semejantes, creas una apertura en tu corazón por la que entra la malicia. Examinar, competir y criticar a otros te debilita y te derrota.

El Aikido, como otras disciplinas marciales, aunque más si cabe, ayuda a controlar nuestras propias emociones, no buscar aniquilar al contrario, sino, sin ningún odio, acabar con la amenaza. El deporte en general también ayuda a canalizar y domeñar la ira.

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Debería ser así pero depende. Cualquiera que haya ido a algún partido de fútbol de críos y haya visto el comportamiento de algunos padres habrá visto ejemplos de lo contrario.

Personalmente yo veo el deporte como una competición contigo mismo, por ver hasta dónde puedes llegar. Hace poco más de un año, no voy a decir que odiaba el deporte, pero sí que me producía bastante indiferencia. Afortunadamente, y en linea con lo que comentaba @jvas sobre el cambio, ahora estoy haciendo mucho más deporte que en toda mi vida. Además de la calistenia, como ya comenté en otro hilo he desempolvado los patines en línea con los que nunca llegué a progresar demasiado y que hará más de 10 años que no había usado y puedo decir que hace 3 días por fin conseguí hacer giros cruzados, algo muy básico pero que nunca había conseguido en patines de ruedas (sí en patines sobre hielo).

Y la verdad es que conseguir pequeños logros como este a una edad en la que ya parece que lo único que nos queda es el declive lento pero firme hasta la muerte sienta muy bien.

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Claro, véase el deporte como la práctica individual o como parte de un equipo.

Lo que describe es la asistencia como público a un evento en este caso deportivo: comportarse cuál energúmeno, como si asistiera al antiguo circo romano, es otra cuestión en mi opinión.

El que practica un deporte, buscando algo más que el mero hecho de competir como puede ser la humillación o sufrimiento físico del oponente también merece mención aparte, seguramente sea el que se comporte como energúmeno viendo a su prole.

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Totalmente de acuerdo. Quizás por eso a mí me interesa más bien poco competir o ser espectador. Lo primero porque siempre va a haber alguien mejor que yo, mejor competir conmigo mismo que es la única persona a la que seguro voy a poder ir venciendo poco a poco. Y lo segundo porque, exceptuando para aprender nuevas cosas, lo único que hace es sacar ese odio al otro, al equipo rival y ganar se convierte en el fin que justifica los medios.

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